¿SEXO EN VACACIONES? ¿QUÉ ES ESO?

Llegan los preparativos del verano, soñar con el lugar elegido de vacaciones, pensar que la rutina se romperá drasticamente para poder organizar tu vida en un horario diferente, unas actividades lúdicas, divertidas y donde la familia ocupará un lugar preferente que durante el año quizás no alcanza a obtener.
Empiezas a leer artículos que hablan de las maravillas que se pueden hacer en pareja, la tranquilidad, el calor, la diversión hacen que nuestros estímulos crezcan, nuestras respuestas sean más receptivas y volvamos a conocer de nuevo a nuestra pareja a la que tan poco tiempo dedicamos durante el año.
Entre ellos está ahora muy de moda lo del slow sex , una experiencia genial donde como la palabra en inglés indica todo se hace más lento, no hay prisa para redescubrirse y las caricias se hacen eternas, tanto como las madrugadas. Empiezas a preparar las maletas y la crema hidratante,aquella que anuncian en la tele que deja la piel de seda es una de las primeras cosas que metes en el neceser. Pero, después del suspiro inicial, viene cuando tu lista comienza a hacerse interminable: tiritas, tijeras, el termómetro, yodo, antitérmicos por si aparece en los niños fiebre... En fin, un montón de cosas, de aquellas de por si acaso, que sirven para que te ganes la primera bronca del verano y que luego siempre acabas utilizando y dando las gracias de ser tan precavida.
Empiezan las vacaciones. El lugar es ideal. El mar ofrece una atracción casi hipnótica que te invita a respirar fuerte y convertir esos momentos que se graben para siempre en tu retina. Ese momento es breve, muy breve. Empiezan las vacaciones para todos menos para ti. Como lo que has alquilado es un apartamento, te haces cargo de comidas, limpieza, compra. Lo mismo, pero en un escenario diferente. Saludas desde el balcón a los que gratamente se están bañando en la piscina, la cual puedes pisar un cuarto de hora porque si no se te pegarán los macarrones a la olla.
Llega el momento del paseo por el pueblo playero. Tu estado de ansiedad que no se ha relajado, sino todo lo contrario hace que te apetezcan los platos más hipercalóricos que ofrecen el menú de los chiringuitos. El sentido de la culpabilidad sube porque sabes a ciencia cierta que aquella gamba al ajillo te cogerá cariño y se quedará contigo, específicamente en el sitio de tus cartucheras. En ese momento pasa por tu lado una fémina estilizada que tu nada disimulada pareja mira sin ningún recato, pero bueno, que como una ya está acostumbrada te hace coger tres patatas más de las que tenias estipuladas en un primer momento.
Llega la noche, los niños, como es natural adoptan su espíritu más verbenero. Después de cincuenta mil intentos, por fin acaban rendidos, después de alguna batallita de almohadas. Entonces, lo que más te apetece es ver una película. Y mira por donde, será por azar o por darte la barrila que la protagonista de la película es una mujer de tu edad que se escapa a Grecia porque se siente asfixiada de su aburrida vida, donde su marido como dice ella no es malo, pero bueno... tampoco... seguro que ni se percatará de su no-presencia ... bueno sí... el día que los platos se le amontonan en el fregadero. Te sientes identificada con la película. Te dan ganas de comprar un taco de post-its y hacer como Shirley Valentine, engancharlo en los armarios de la cocina y anunciar que no volverás en quince días. Se acaba la película y la realidad vuelve a tu vida. Las estrellas son preciosas, la noche mágica, invita... a dormir plácidamente... a caer redonda en la cama... porque te sientes más cansada que durante todo el año. Y sueñas... con momentos slows abrazada a tu almohada...

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